Hay personas que ignoran las raíces
históricas existentes entre Canadá y Cuba y me atrevo a decir que muchos se
preguntan cuál es el motivo que ha unido
a estas dos naciones tan diferentes en su escala geográfica, su historia
política; acercándose a sus culturas, ciudadanías y tradiciones tan disímiles.
Las relaciones bilaterales entre
estos dos países comienzan desde 1949 cuando en una carta dirigida a E.H Coleman
el 11 de marzo de 1949, un funcionario del Departamento de Asuntos Exteriores
en Ottawa expresaba claramente las bases para el establecimiento de las
relaciones bilaterales. Coleman fue nombrado como jefe de la tercera misión de
Canadá en la Habana,
cuyo objetivo central era ante todo, desarrollar los aspectos económicos del
nombramiento y sus dos deberes principales serian proteger los intereses
comerciales de Canadá y ampliar las oportunidades de comerciar en Cuba.
Subrayadas estas bases para el
establecimiento de relaciones bilaterales fue un correcto énfasis de la época
ya que sin tener en cuenta el régimen que se encontraba en el poder, la
principal preocupación de Ottawa se centraba
en cómo vender más productos canadienses a Cuba(bacalao, papas, piezas
de repuesto y cereales).
Los historiadores se han referido muy a menudo a los más
tempranos contactos de los canadienses en Cuba, e invariablemente se mencionan
los nombres de Samuel de Champlain y Pierre le Moyne, Sieur d’Iberville. En
1601, Champlain, fundador de nueva Francia visitó Cuba y se pasó 4 meses
viajando y escribiendo informaciones acerca de la colonia. En 1706, Pierre Le
Moyne llegó a la Habana
para conseguir el apoyo de las autoridades españolas en el ataque a los
asentamientos ingleses a lo largo de la costa suroriental de Norteamérica.
Desafortunadamente murió en la
Habana poco después de desembarcar y allí fue enterrado,
actualmente en la Habana
Vieja, y durante muchos años, como símbolo de la amistad
cubano-canadiense, la embajada de Canadá coloca una corona de laureles en la
placa cuando los buques de la marina canadiense atracan en el puerto de la Habana.
Es importante también recordar el papel desempeñado
por ciudadanos y grupos canadienses durante las guerras independentistas de
1868-1878 y 1895-1898. En ambas contiendas, viajaron a Cuba voluntarios para
luchar contra las fuerzas españolas, como integrantes de activas organizaciones
de solidaridad, provenientes en particular de Montreal y Halifax.
William Ryan, proveniente de Toronto
se convirtió en héroe durante la lucha independista, su retrato se mantiene aún
en el Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza de Armas de la Habana. Durante muchos
años el transportó voluntarios a Cuba y en 1871 participó en la victoria sobre la
fuerzas españolas en Camagüey, por lo que el líder de los insurgentes, Carlos
Manuel de Céspedes, lo nombró brigadier general.
En la guerra de 1895-1898, dos
francocanadienses, Jacques Chapleau y Georges Charette, también se destacaron,
Chapleau comandó un regimiento de rebeldes y murió en combate, mientras que
Charette un importante papel en el bloqueo del puerto en Santiago de Cuba al
hundir un gran buque el Merrimac cerca del canal de entrada de la bahía
santiaguera.
Estas relaciones lejanas han servido
de base histórica para la relación bilateral, y poseen sin dudas una gran
significación. No son particularmente profundas, pero si constituyen conexiones
históricas y están llenas de un simbolismo político que ha sido bien empleado
por ambos gobiernos.
Por muy importantes que hayan sido
estos primeros contactos, su valor simbólico al vincular Canadá con Cuba
palidece en comparación con la importancia del comercio entre los dos países,
el cual realmente comenzó a finales del siglo XIX, después de la fundación de
Halifax. Para los comerciantes de
Canadá, Cuba particularmente aquí en Santiago de Cuba, fue añadido muy pronto
al intercambio de azúcar, ron y frutas exóticas por bacalao, papas y madera
aserrada.
El Museo de la Pesca en Lunenburg, Nueva
Escocia, posee aún varias etiquetas de la compañías que en Santiago de Cuba y la Habana importaban bacalao;
producto que fue la base de la economía de Nueva Escocia durante varios siglos.
Este más bien indefinido modelo de
comercio marítimo recibió un mayor impulso en 1866 con la llegada la
Habana de una delegación de Padres de la Confederación Canadiense.
Temeroso de que los Estados Unidos abrogaran pronto el Tratado de Reciprocidad de 1854 con la Norteamérica Británica
(como se llamaba antes Canadá), los canadienses formaron el Consejo Confederado
para el Comercio, y viajaron a México, Brasil y el Caribe. En esencia, buscaban
nuevos mercados para sus maderas, pescados y granos, un que los apuraba
particularmente ya que su mercado en los Estados Unidos se encontraba en
peligro. Un mes en Cuba los convenció de que habían encontrado un socio
comercial natural, aunque su tarea se vio más entorpecida debido a tres
preocupaciones: los altos aranceles sobre el azúcar importado hacia Canadá, el
tradicional papel que desempeñaban los Estados Unidos como intermediario en las
exportaciones cubanas hacia las que por aquella época se conocían como las
Provincias Británicas, y el alto costo de la producción canadiense al
compararse con la de Estados Unidos.
Una década más tarde se realizó otro
intento para mejorar las relaciones comerciales, cuando Sir, Alexander Galt
viajó al caribe y fue aconsejado por el primer ministro Alexander Mackenzie de
la importancia de incrementar el comercio con Cuba y República Dominicana.
Entre los más destacados
hombres de negocios canadienses que
vinieron a Cuba se encuentra el ilustre William Cornelius van Horne,
presidente de la Canadian
Pacific Railroad Company y su socio el general Russel
A. Alger, secretario de guerra del presidente Mckinley desde 1898-1909, quienes
en una gira por la Isla
se percataron del claro mercado para expandir la red ferroviaria en Cuba y Van
Horne, fundó la Cuba
Company.
Cuba estaba creciendo económicamente
y después de la intervención norteamericana estaba más que seguro de que
Estados Unidos quería modernizar Cuba, y al verse el triunfo de empresarios
canadienses en la Isla
el Royal Bank de Canadá aprobó su primera filial en ultramar en 1902 y mientras
la fortuna del banco iba creciendo al igual que su reputación y el número de
filiales en Cuba, se abrieron otras instancias en Santiago de Cuba (1903), Camagüey
(1904). Además en 1904 el Royal aceptó convertirse en agente del gobierno
cubano para retribuir a los veteranos de la guerra de liberación, para lo cual
distribuyó una cifra de 60 millones de dólares, suma considerable en aquella
época.
El Royal Bank fue el éxito comercial
canadiense más notable en Cuba en la
primera mitad del siglo xx. Otro banco canadiense, el Banco de Nueva Escocia,
entró al mercado cubano en 1906, pero no llegó a poseer el mismo sistema de
filiales que el Royal.
Esto elevo de una manera sustancial
el comercio bilateral entre Canadá y Cuba donde las exportaciones canadienses
aumentaron en un 400%.
Gracias al crédito de los exportadores canadienses y
cubanos el continuo crecimiento comercial bilateral siguió su rumbo a pesar de
las normales alzas y bajas económicas. Hasta fínales de 1920, el 70% de todo el
pescado importado al mercado de Santiago de Cuba y el 10% al de la Habana, provenían de
Canadá.
Entre 1935-1940, las exportaciones
canadienses hacia Cuba fluctuaron en 1,4 millones de dólares por año, mientras
que las importaciones estuvieron cerca de 600.000. Desde el punto de vista de
las exportaciones canadienses hacia Cuba, los primeros años de la década de
1950 fueron una época violenta. El significativo déficit del comercio a favor de Cuba a mediados de
los años cuarenta había desaparecido totalmente, y se regresó al predominio de
las exportaciones canadienses.
Las relaciones comerciales fueron
evidentemente la principal razón de ser de las relaciones bilaterales. Desde el
punto de vista de los cubanos, el primer emisario de La Habana se había instalado
en 1903 en Yarmouth, Nueva Escocia, de manera que este podía establecer una
efectiva relación con los productores locales de bacalao. Seis años más tarde
se abrió una oficina del Departamento de Tráfico y Comercio de Canadá, con el
objetivo inicial de fomentar el desarrollo del intercambio bilateral.
En las actuales relaciones de Canadá y Cuba, es imposible no darse cuenta
del importante papel que desempeña Canadá como socio comercial e inversionista de esta isla caribeña. Múltiples compañías
comerciales canadienses se dedican a suministrar todo tipo de productos desde
alimentos hasta equipos ingenieriles, materiales de alta tecnología y usan gran
gama de artículos para el mercado turístico. También el número de empresas
mixtas con compañías estatales cubanas se ha disparado, principalmente en el
sector minero donde dominan las compañías de Canadá.
Las universidades canadienses
también han ayudado a fomentar el interés hacia Cuba. En total 15 universidades
han formalizado acuerdos con instituciones homologas cubanas, donde los
proyectos van desde los vinculados a las investigaciones cañeras hasta la
enseñanza de idiomas, pesca, manejo de zonas costeras y administración
comercial.
A medidos de los años noventa, en
las universidades de la Habana y Matanzas fueron
creadas las Cátedras de Estudios Canadienses, mediante las cuales se han
impartido gran variedad de conferencias sobre Canadá, las cuales se han
expandido a lo largo de las universidades del país incluyendo a la de Holguín y
Santiago de Cuba, por solo mencionar la zona oriental.
También importante es el desarrollo
de un movimiento de solidaridad con Cuba al enviar camiones con ayuda médica y
materiales escolares. Se han establecido brigadas de jóvenes trabajadores
canadienses que viajaron a Cuba y se
firmaron varios protocolos para ampliar
los contactos de intercambio cultural. Un último factor a mencionar es el auge
del turismo, el cual constituye un elemento clave en el desarrollo económico
social del país.
Desde finales del siglo XVIII,
Canadá y Cuba han desarrollado una relación comercial bastante sólida, que
continúa hasta la actualidad. Estas relaciones se basan tradicionalmente en un
comercio mutuamente beneficioso. El proceso revolucionario cubano trajo nuevos
retos a estas relaciones, y en general los dos países han mostrado respeto y
reciprocidad mutua
El pueblo de Cuba vive muy austera y comedidamente y las autoridades dictatoriales de Cuba deberían ser transparentes y publicar cuanto es el dinero en ganancia en ese comercio de Cuba con el Canadá y hacia donde va. Y otra cosa que en Cuba las elecciones son uni partido, fraude.
ResponderEliminarBurrowes te refieres a autoridades dictatoriales, jajajjaj, fraude, es mejor reirse amigo!!!!!
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