martes, 9 de abril de 2013

Canadá-Cuba. Más de Medio Siglo de Relaciones Bilaterales



Hay personas que ignoran las raíces históricas existentes entre Canadá y Cuba y me atrevo a decir que muchos se preguntan cuál es el motivo que  ha unido a estas dos naciones tan diferentes en su escala geográfica, su historia política; acercándose a sus culturas, ciudadanías y tradiciones tan disímiles.

Las relaciones bilaterales entre estos dos países comienzan desde 1949 cuando en una carta dirigida a E.H Coleman el 11 de marzo de 1949, un funcionario del Departamento de Asuntos Exteriores en Ottawa expresaba claramente las bases para el establecimiento de las relaciones bilaterales. Coleman fue nombrado como jefe de la tercera misión de Canadá en la Habana, cuyo objetivo central era ante todo, desarrollar los aspectos económicos del nombramiento y sus dos deberes principales serian proteger los intereses comerciales de Canadá y ampliar las oportunidades de comerciar en Cuba.
Subrayadas estas bases para el establecimiento de relaciones bilaterales fue un correcto énfasis de la época ya que sin tener en cuenta el régimen que se encontraba en el poder, la principal preocupación de Ottawa se centraba  en cómo vender más productos canadienses a Cuba(bacalao, papas, piezas de repuesto y cereales).
Los historiadores  se han referido muy a menudo a los más tempranos contactos de los canadienses en Cuba, e invariablemente se mencionan los nombres de Samuel de Champlain y Pierre le Moyne, Sieur d’Iberville. En 1601, Champlain, fundador de nueva Francia visitó Cuba y se pasó 4 meses viajando y escribiendo informaciones acerca de la colonia. En 1706, Pierre Le Moyne llegó a la Habana para conseguir el apoyo de las autoridades españolas en el ataque a los asentamientos ingleses a lo largo de la costa suroriental de Norteamérica. Desafortunadamente murió en la Habana poco después de desembarcar y allí fue enterrado, actualmente en la Habana Vieja, y durante muchos años, como símbolo de la amistad cubano-canadiense, la embajada de Canadá coloca una corona de laureles en la placa cuando los buques de la marina canadiense atracan en el puerto de la Habana.
 Es importante también recordar el papel desempeñado por ciudadanos y grupos canadienses durante las guerras independentistas de 1868-1878 y 1895-1898. En ambas contiendas, viajaron a Cuba voluntarios para luchar contra las fuerzas españolas, como integrantes de activas organizaciones de solidaridad, provenientes en particular de Montreal y Halifax.
William Ryan, proveniente de Toronto se convirtió en héroe durante la lucha independista, su retrato se mantiene aún en el Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza de Armas de la Habana. Durante muchos años el transportó voluntarios a Cuba y en 1871 participó en la victoria sobre la fuerzas españolas en Camagüey, por lo que el líder de los insurgentes, Carlos Manuel de Céspedes, lo nombró brigadier general.
En la guerra de 1895-1898, dos francocanadienses, Jacques Chapleau y Georges Charette, también se destacaron, Chapleau comandó un regimiento de rebeldes y murió en combate, mientras que Charette un importante papel en el bloqueo del puerto en Santiago de Cuba al hundir un gran buque el Merrimac cerca del canal de entrada de la bahía santiaguera.
Estas relaciones lejanas han servido de base histórica para la relación bilateral, y poseen sin dudas una gran significación. No son particularmente profundas, pero si constituyen conexiones históricas y están llenas de un simbolismo político que ha sido bien empleado por ambos gobiernos.
Por muy importantes que hayan sido estos primeros contactos, su valor simbólico al vincular Canadá con Cuba palidece en comparación con la importancia del comercio entre los dos países, el cual realmente comenzó a finales del siglo XIX, después de la fundación de Halifax. Para los  comerciantes de Canadá, Cuba particularmente aquí en Santiago de Cuba, fue añadido muy pronto al intercambio de azúcar, ron y frutas exóticas por bacalao, papas y madera aserrada.
El Museo de la Pesca en Lunenburg, Nueva Escocia, posee aún varias etiquetas de la compañías que en Santiago de Cuba y la Habana importaban bacalao; producto que fue la base de la economía de Nueva  Escocia durante varios siglos.
Este más bien indefinido modelo de comercio marítimo recibió un mayor impulso en 1866 con la llegada  la Habana de una delegación de Padres de la Confederación Canadiense. Temeroso de que los Estados Unidos abrogaran pronto  el Tratado de Reciprocidad de 1854 con la Norteamérica Británica (como se llamaba antes Canadá), los canadienses formaron el Consejo Confederado para el Comercio, y viajaron a México, Brasil y el Caribe. En esencia, buscaban nuevos mercados para sus maderas, pescados y granos, un que los apuraba particularmente ya que su mercado en los Estados Unidos se encontraba en peligro. Un mes en Cuba los convenció de que habían encontrado un socio comercial natural, aunque su tarea se vio más entorpecida debido a tres preocupaciones: los altos aranceles sobre el azúcar importado hacia Canadá, el tradicional papel que desempeñaban los Estados Unidos como intermediario en las exportaciones cubanas hacia las que por aquella época se conocían como las Provincias Británicas, y el alto costo de la producción canadiense al compararse con la de Estados Unidos.
Una década más tarde se realizó otro intento para mejorar las relaciones comerciales, cuando Sir, Alexander Galt viajó al caribe y fue aconsejado por el primer ministro Alexander Mackenzie de la importancia de incrementar el comercio con Cuba y República Dominicana.
Entre los más destacados hombres  de negocios canadienses que vinieron a Cuba  se encuentra  el ilustre William Cornelius van Horne, presidente de la  Canadian  Pacific Railroad Company y su socio el general Russel A. Alger, secretario de guerra del presidente Mckinley desde 1898-1909, quienes en una gira por la Isla se percataron del claro mercado para expandir la red ferroviaria en Cuba y Van Horne, fundó la Cuba Company.
Cuba estaba creciendo económicamente y después de la intervención norteamericana estaba más que seguro de que Estados Unidos quería modernizar Cuba, y al verse el triunfo de empresarios canadienses en la Isla el Royal Bank de Canadá aprobó su primera filial en ultramar en 1902 y mientras la fortuna del banco iba creciendo al igual que su reputación y el número de filiales en Cuba, se abrieron otras instancias en Santiago de Cuba (1903), Camagüey (1904). Además en 1904 el Royal aceptó convertirse en agente del gobierno cubano para retribuir a los veteranos de la guerra de liberación, para lo cual distribuyó una cifra de 60 millones de dólares, suma considerable en aquella época.
El Royal Bank fue el éxito comercial canadiense más notable  en Cuba en la primera mitad del siglo xx. Otro banco canadiense, el Banco de Nueva Escocia, entró al mercado cubano en 1906, pero no llegó a poseer el mismo sistema de filiales que el Royal.
Esto elevo de una manera sustancial el comercio bilateral entre Canadá y Cuba donde las exportaciones canadienses aumentaron en un 400%.
Gracias  al crédito de los exportadores canadienses y cubanos el continuo crecimiento comercial bilateral siguió su rumbo a pesar de las normales alzas y bajas económicas. Hasta fínales de 1920, el 70% de todo el pescado importado al mercado de Santiago de Cuba y el 10% al de la Habana, provenían de Canadá.
Entre 1935-1940, las exportaciones canadienses hacia Cuba fluctuaron en 1,4 millones de dólares por año, mientras que las importaciones estuvieron cerca de 600.000. Desde el punto de vista de las exportaciones canadienses hacia Cuba, los primeros años de la década de 1950 fueron una época violenta. El significativo déficit  del comercio a favor de Cuba a mediados de los años cuarenta había desaparecido totalmente, y se regresó al predominio de las exportaciones canadienses.
Las relaciones comerciales fueron evidentemente la principal razón de ser de las relaciones bilaterales. Desde el punto de vista de los cubanos, el primer emisario de La Habana se había instalado en 1903 en Yarmouth, Nueva Escocia, de manera que este podía establecer una efectiva relación con los productores locales de bacalao. Seis años más tarde se abrió una oficina del Departamento de Tráfico y Comercio de Canadá, con el objetivo inicial de fomentar el desarrollo del intercambio bilateral.
En las actuales relaciones  de Canadá y Cuba, es imposible no darse cuenta del importante papel que desempeña Canadá como socio comercial  e inversionista  de esta isla caribeña. Múltiples compañías comerciales canadienses se dedican a suministrar todo tipo de productos desde alimentos hasta equipos ingenieriles, materiales de alta tecnología y usan gran gama de artículos para el mercado turístico. También el número de empresas mixtas con compañías estatales cubanas se ha disparado, principalmente en el sector minero donde dominan las compañías de Canadá.
Las universidades canadienses también han ayudado a fomentar el interés hacia Cuba. En total 15 universidades han formalizado acuerdos con instituciones homologas cubanas, donde los proyectos van desde los vinculados a las investigaciones cañeras hasta la enseñanza de idiomas, pesca, manejo de zonas costeras y administración comercial.
A medidos de los años noventa, en las universidades  de la Habana y Matanzas fueron creadas las Cátedras de Estudios Canadienses, mediante las cuales se han impartido gran variedad de conferencias sobre Canadá, las cuales se han expandido a lo largo de las universidades del país incluyendo a la de Holguín y Santiago de Cuba, por solo mencionar la zona oriental.
También importante es el desarrollo de un movimiento de solidaridad con Cuba al enviar camiones con ayuda médica y materiales escolares. Se han establecido brigadas de jóvenes trabajadores canadienses  que viajaron a Cuba y se firmaron  varios protocolos para ampliar los contactos de intercambio cultural. Un último factor a mencionar es el auge del turismo, el cual constituye un elemento clave en el desarrollo económico social del país.                                                                               
Desde finales del siglo XVIII, Canadá y Cuba han desarrollado una relación comercial bastante sólida, que continúa hasta la actualidad. Estas relaciones se basan tradicionalmente en un comercio mutuamente beneficioso. El proceso revolucionario cubano trajo nuevos retos a estas relaciones, y en general los dos países han mostrado respeto y reciprocidad mutua

2 comentarios:

  1. El pueblo de Cuba vive muy austera y comedidamente y las autoridades dictatoriales de Cuba deberían ser transparentes y publicar cuanto es el dinero en ganancia en ese comercio de Cuba con el Canadá y hacia donde va. Y otra cosa que en Cuba las elecciones son uni partido, fraude.

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    1. Burrowes te refieres a autoridades dictatoriales, jajajjaj, fraude, es mejor reirse amigo!!!!!

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