martes, 1 de octubre de 2013

Crimen de Barbados: la herida abierta de Dora Lidia

Marlene Montoya


   El sabotaje al avión de Cubana de Aviación frente a las costas de Barbados hace 37 años, es para Dora Lidia Garzón una herida que no cierra en su débil corazón, de 83 años, máxime cuando ese brutal crimen sigue impune.

Su hijo, José Ángel Fernández (Pepín), de apenas 18 años, estaba entre los 73 pasajeros que el seis de octubre de 1976 se hundieron en el mar por el odio de la mafia terrorista hacia la Revolución, en particular, del asesino Luis Posada Carriles, cobijado hoy en los Estados Unidos.

   Pepín era el menor de sus tres hijos; lleno de sueños y alegrías propios de la edad, y quien ansiaba un futuro en el deporte como esgrimista en la especialidad de sable.

   Por eso formó parte de la joven delegación que participó en el campeonato regional en Venezuela y regresaba a la Patria con los pechos cargados de medallas.

   Dora Lidia no aparta de su memoria el recuerdo de Pepín y, sobre todo, la última vez que lo abrazó el 11 de agosto de 1976, cuando se despidieron en el aeropuerto de Santiago de Cuba al marchar hacia la capital para continuar la preparación con vistas al evento de octubre.

   



Alto, jovial, de amplios conocimientos, estudiaba Ingeniería Electrónica en la Universidad de La Habana, título que no pudo alcanzar por la acción terrorista.
   Todas las esperanzas y anhelos de José Ángel, al igual que las del resto de la delegación deportiva y demás pasajeros del fatídico vuelo, se apagaron para siempre.

   Son décadas de dolor y sufrimiento para esas familias que no ven llegar el momento de ser juzgados los responsables del aborrecible hecho.
   Para la santiaguera Dora Lidia, la llegada del mes de octubre significa más dolor, lágrimas y sufrimiento, al ver imágenes en la televisión de los rostros juveniles sonrientes de los bisoños deportistas.

   Por evitar acciones como esa, fueron apresados hace 15 años en el imperio del norte Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González, Ramón Labañino y René González, compatriotas sancionados con excesivas condenas en un amañado juicio, muestra del enfermizo odio contra Cuba durante casi 55 años de Revolución.

Marlene Montoya

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