María Lourdes y Cristina Giralt Abreu --las hermanas
Giralt, como se les ha conocido a través de más de medio siglo--, llegaban
el 15 de junio de 1958 al hogar habanero que ambas compartían en el apartamento 42 del edificio
ubicado en la calle 19 esquina a 24, en
El Vedado. Ellas no imaginaban lo que sucedería en apenas minutos. Sus mentes
estarían ocupadas en comentar anécdotas
de la visita que acababan de realizar al hogar familiar en Cienfuegos --unos 220 kilómetros al
sureste de la capital cubana--, en ocasión de celebrarse en esa fecha el Día de
los Padres. Después habían estado en la casa de un hermano. No presintieron
a los tigres agazapados.
Ambas hermanas laboraban en las oficinas de la Concretera Nacional
S.A. y eran colaboradoras activas dentro de la Resistencia Cívica
del Movimiento 26 de julio. Mas, no fue esa la causa de su muerte, aunque sí
estuvo relacionada con el Movimiento.
la cacería de
ese día iba dirigida a los también revolucionarios Eduardo García Lavandero,
Enrique Rodríguez Loeches y Faure Chomón, quienes poseían un sitio de
refugio en un apartamento contiguo al de
las Giralt, sin que estas lo supieran
ni tuvieran algún tipo de
contacto con ellos.
Nueve
veces impactaron los proyectiles en Cristina.
María
de Lourdes recibió 13 balazos.
Sus
cuerpos inertes fueron tratados a puntapiés, según referencias periodísticas de
la época.
Aquel 15 de junio de 1958 —coincidentemente— fue
domingo y, por demás, Día de los Padres. Las hermanas Giralt Andreu pasaron la
significativa fecha en el hogar familiar, en la Perla del Sur. De regreso a La Habana, en horas de la
noche, fueron a saludar a un hermano y de inmediato se dirigieron a su
domicilio.
Estaban tan alegres y felices que no escucharon la voz de alerta que salió de la ventana de enfrente de su casa: “Muchachas, viren que ahí está la policía…” Pero el grito se perdió en el aire, apagado por la lluvia de balas con que fueron recibidas.
Al entrar al edificio, desde las oscuras escaleras, fueron acribilladas a balazos por los esbirros que, al sentir sus pasos, creyeron que se trataba de aquellos a quienes perseguían con saña.
Estaban tan alegres y felices que no escucharon la voz de alerta que salió de la ventana de enfrente de su casa: “Muchachas, viren que ahí está la policía…” Pero el grito se perdió en el aire, apagado por la lluvia de balas con que fueron recibidas.
Al entrar al edificio, desde las oscuras escaleras, fueron acribilladas a balazos por los esbirros que, al sentir sus pasos, creyeron que se trataba de aquellos a quienes perseguían con saña.
Afirman que Cristina era seria, callada, reservada y
hogareña; prefería los juegos de cartas en las noches, al bullicio de una
fiesta. Lourdes, era diferente: alegre, chistosa, amante del baile y los
paseos.
Unía a las hermanas, además del amor filial, la callada labor de ambas en la Resistencia Cívica, donde repartían bonos y propagandas, preparaban botiquines y ayudaban en el traslado de armas.
Las hermanas Giralt Andreu eran dos luchadoras
contra la tiranía de Fulgencio Batista, que el fatídico 15 de junio de 1958
fueron sorprendidas en una bestial cacería. Allí quedaron, segados para siempre
sus sueños e ideales, si embargo su ejemplo perdura y se hace eterno.
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